¿Cómo resumiría brevemente su biografía?
Nací en 1961 en Santa Cruz de La Palma y entré en la Compañía de Jesús, la Orden de los Jesuitas, en 1981.
El recorrido de formación en la Compañía es muy largo, de unos 10 a 15 años, y en mi caso tuve que hacer filosofía y teología, lo que me llevó a visitar Granada y también Alemania, hasta que finalmente en 1998 me dediqué a la docencia de Teología en nuestra Facultad de Teología de Cartuja, en Granada.
Allí estuve unos seis años como docente y la Orden me pidió entonces asumir funciones de gobierno. Fui Provincial de la Provincia Bética (Andalucía y Canarias) de 2004 a 2010 y, a continuación, estuve con la función de Provincial de España para llevar adelante el proceso de unificación de las provincias jesuíticas en nuestro país, que finalizamos en 2014.
En ese año constituimos la Provincia de España, y también en aquella ocasión se me nombró como Provincial de la nueva Provincia. Estuve en el cargo durante el trienio de arranque de la Provincia.
¿Cómo se definiría desde una perspectiva de conjunto?
Mirando en conjunto, he sido un religioso más dedicado a la dimensión apostólica intelectual de la Compañía. A partir de un determinado momento, sin embargo, me centré en la dimensión interna de la vida de la Orden, sobre todo, la de gobierno.
¿Qué está ocurriendo en el Capítulo Interprovincial de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en el que tiene un papel de moderador?
Me parece que es una ocasión extraordinaria la que está viviendo ahora mismo la Orden Hospitalaria en España. Son de esos momentos del discernimiento corporativo, en que se nota que se está a las puertas de tomar decisiones; decisiones muy importantes, precedidas de un tiempo largo de maduración, pero que necesitan aún un paso final de determinación.
Y esta es la ocasión que estoy presenciando en este Capítulo Interprovincial, tan extraordinariamente preparado durante un periodo que creo más que suficiente para que lo que se pueda aportar se entienda como un fruto muy maduro y bien trabajado.
¿Cómo está viviendo este proceso?
Noto en los capitulares que existe un suelo espiritual y vocacional, que está cargado de esperanza y de convicción en la importancia para la Iglesia del carisma hospitalario de San Juan de Dios.
Ese suelo es una especie de confirmación sobre la que se va construyendo el conjunto de decisiones concretas que afectan ahora a la Orden en España.
Además, el Capítulo está siendo para mí una experiencia realmente espiritual y fraterna muy grata, que se ve todavía un poco más reforzada al ver cómo el carisma hospitalario ha sido reflexionado en estos años atrás. Hay una espiritualidad de la hospitalidad creo que muy bien formulada, enormemente inspiradora y de un potencial para la Iglesia que creo que es extraordinario. Desde ahí estoy presente en este proceso con mucha consolación.
¿Cómo describiría su labor en este Capítulo?
Se trata de ayudar al proceso de discernimiento espiritual de los capitulares. Una preocupación constante simplemente por facilitar que los momentos de discernimiento esenciales se puedan dar en un colectivo tan rico, y también tan diverso y tan grande como es un Capítulo Interprovincial de 109 personas.
¿Qué destacaría de la vida religiosa actualmente?
La vida religiosa está afrontando su presente de sequía vocacional. Una sequía de nuevos ingresos que viene arrastrándose desde hace ya bastante tiempo y que muestra ahora mismo su agudeza en los últimos años. Es un dato histórico, que creo que está siendo muy honestamente trabajado por las congregaciones para interpretarlo en el Espíritu. Pero la vida religiosa, al mismo tiempo, siente un impulso hoy a la necesidad de poder ayudar a la Iglesia y ciertamente al mundo a través justamente del carisma de cada congregación. No ha desaparecido la urgencia a la que intenta responder lo más esencial de los carismas.
¿Podría ampliarnos esta reflexión?
Es decir, que frente a la disminución numérica de religiosos y religiosas, sin embargo, aumenta la necesidad de la plasmación de su carisma porque hay muchas urgencias que atender en todos los sitios, en todas las culturas y en todo el mundo.
Y esa paradoja es realmente difícil de entender, pero quizá aquí hay detrás un impulso del Espíritu, en este momento de la Iglesia, que posiblemente habla de una responsabilización cada vez mayor del laicado, respecto al cual la vida religiosa ha de desempeñar una función eclesial un tanto matizada, diferente respecto a otras épocas en que su protagonismo en la misión era mayor. Pero sin desaparecer, sin verse anulada, sin verse como superflua, sino como la depositaria de estos carismas tan esenciales para la Iglesia. Diría que estamos en un momento procesual.
Y en este contexto, ¿cómo afrontar el presente y el futuro?
Esta es la etapa que parece que nos toca vivir ahora y lo más difícil siempre -pero es el don que Dios da para estos momentos- es cómo hacer lectura esperanzada en medio de esta paradoja. Una forma: dando una señal muy fuerte, muy auténtica al laicado de que lo estamos reconociendo en su coprotagonismo eclesial y, al mismo tiempo, asumiendo la fuerza que tiene todavía nuestra vocación y, en el fondo, nuestro carisma.
Bueno, ahí estamos y ciertamente este Capítulo Interprovincial puede ser un ejemplo de cómo eso va tomando forma y respuesta.
Por Dpto. de Comunicación Fundación Juan Ciudad.
Fotos: Santi Burgos (INK)